Cuenta la leyenda que Hui-yen, en el camino para encontrar las escrituras sagradas del budismo, desfallecía por el cansancio y el sol inclemente que caía sobre sus espaldas y lastimaba sus ojos.
Su mente se angustiaba por la sensación de haber extraviado el camino y la pena embargaba su alma.
Totalmente desconsolado rompió a llorar y se quedó dormido.
La Gran Compasiva Bodisatva Kuan-yin se apiadó de él y entonces con sus manos juntó un trozo de Brisa Fresca del Viento del Sur y formó una bolsa, la cual llenó con un puñado de Bondades Celestiales, la colocó sobre los ojos del desvalido Hui-yen y encargó a los Espíritus de la Tierra que guardaran el sueño del caminante.
Los Espíritus de la Tierra y las Bondades Celestiales, queriendo contribuir al gesto de la Bodisatva, se transmutaron en semillas para transmitir su fuerza al peregrino.
Al despertar, Hui-yen tuvo la sensación de hallarse en la plenitud de su fe, de que su vista y su mente podían discernir perfectamente el camino por recorrer y que la serenidad lo invadía de nuevo.
Este es el origen del Tui Feng. Tui Feng es plenitud en la serenidad.
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